Lia Guillen, que sigue el proyecto AMU Liberar-Sé Refugio de la Esperanza, estuvo en México para conocer a los protagonistas de los difíciles caminos de la integración después de las adicciones.
En el Refugio de la Esperanza, en México, jóvenes y adultos siguen caminos de reinserción social después de salir de las adicciones (alcohol, drogas, sustancias tóxicas). El proyecto fue iniciado por AMU para dar una respuesta concreta a estas fragilidades que son una de las emergencias sociales de México.
Lia, que sigue el proyecto, estuvo en el Refugio en las semanas pasadas, donde conoció a los protagonistas de estos difíciles itinerarios. Se reunió con ellos. Habló con ellos largo y tendido. Vio la fatiga de cada uno al continuar por el camino que habían emprendido: “Están retomando sus vidas, lejos de las adicciones”.
La fuerza de estos caminos reside en el intercambio comunitario, en la acción del trabajo, en la espiritualidad: “Los testimonios, los diálogos y los encuentros en la vida cotidiana compartidos con ellos, nos hicieron darnos cuenta cuánto cambio se está realizando en sus vidas”.
Y las frases que Lia anotó en su diario de viaje dan testimonio de una nueva visión de la vida y del futuro. Hay quien quisieran retomar sus estudios en la universidad; quien confiesa que tener ahora “la mente ocupada en un trabajo” es un enriquecimiento para el presente; quien aprende “a servir a los demás cocinando”. Y los que aprecian la tranquilidad que se respira en el Refugio de la Esperanza: “La naturaleza me trasmite paz”.
Los numerosos encuentros de Lia, no solo con los huéspedes del Refugio, sino también con familias, voluntarios y amigos que giran en torno al Refugio son el testimonio que existe una red con una gran vocación de servicio.