Irina y su hija de dos años viven en Kiev hasta que ella se da cuenta de que permanecer en la ciudad es demasiado peligroso. El 2 de marzo por la noche, en una estación llena “como una colmena”, consiguieron subir a un tren que se dirigía al oeste. Ahora están a salvo en el centro de Cáritas-Spes Ucrania.
Irina, una joven de Kiev, cuenta su historia: “Vivíamos en Kiev. A partir de los primeros días de la guerra, en Gostomel iniciaron los fuertes combates. La tensión aumentaba cada noche. El sótano de nuestra casa era completamente inadecuado para albergar personas. No utilizamos las estaciones de metro como refugio, teníamos miedo de las multitudes”.
La mujer pasó seis días en Kiev en estas condiciones. Pero la situación se deterioró. El 25 de febrero, los tanques rusos avanzaron hacia el norte; el 26, una columna de 60 kilómetros de convoyes militares rusos estaba en las afueras de Kiev. Irina recuerda el miedo que sintió: “Por la mañana vimos las huellas de los tanques cerca de nuestra casa”. A medida que pasaban los días, cada vez más personas decidían abandonar la ciudad, lo que resultaba siempre más difícil. Irina y la pequeña Vika llegaron a la estación de Kiev en la tarde del 2 de marzo. La estación estaba muy concurrida: gente de pie o sentada sobre sus maletas, niños, mascotas, “como en una colmena”.
La mujer y el niño logran subir sólo por la noche a un tren que se dirige al oeste. La intención de Irina es ir al centro de Cáritas-Spes Ucrania, que ya conoce. Aquí, por primera vez en una semana, Irina puede dormir y tranquilizarse: “La ansiedad ha desaparecido poco a poco, hemos vuelto a la vida tranquila”. Sin embargo, los temores de Irina no han terminado: en Kiev ha dejado a un hermano discapacitado por un derrame cerebral, a un padre enfermo y a una madre diabética que necesita inyecciones diarias: “Estoy muy preocupada por ellos. Por suerte, cuentan con la ayuda de sus vecinos.
(El texto es un resumen del artículo publicado en la web de Caritas-Spes, del que también se han extraído las fotos).