En el Centro “Generación de Esperanza” de Homs, la ruptura del ayuno diario en el mes del Ramadán (en Siria se efectúa cuando comienza a ponerse el sol) se convierte en una ocasión de fiesta y de intercambio entre jóvenes musulmanes y cristianos.
Acaba de concluir el mes de Ramadán, que para las personas de fe musulmana significa afrontar un período de oración acompañado por el ayuno, durante las horas de luz.
En el centro “Generación de Esperanza” del programa “Semillas de Esperanza” en Siria, el Iftar que rompe el ayuno diario se ha convertido en una ocasión de intercambio entre alumnos cristianos y musulmanes. Un momento de fiesta, pero también una manera fácil de aprender a conocerse mejor y construir una convivencia pacífica más allá de las diferencias.
Es por eso que la organización del Iftar del 10 de mayo involucró a los profesores, a los trabajadores del proyecto, pero sobre todo a los niños, sus familias y a la comunidad del barrio Bab Al-Sebaa de Homs para una fiesta llena de colores, solidaridad, afecto y… ¡sabor! Los platos preparados, en efecto, eran abundantes y han respetado las tradiciones: Agua, dátiles y leche aromatizada para empezar, luego un plato principal con arroz, carne con pasta y kibbeh y para terminar dulces con nueces o crema.
El efecto de este Iftar pronto dio sus primeros frutos: Además del entusiasmo de los niños y la posibilidad, sobre todo para los cristianos, de conocer mejor el ambiente del mes del Ramadán, muchas familias han pasado momentos de serenidad dando su disponibilidad para las futuras actividades del centro.
“Que Dios los bendiga. Los niños estaban muy contentos. Hamoud regresó a casa lleno de alegría. Gracias a todos los que han trabajado para preparar este día. Habeis llenado los corazones de los niños con alegría, que Dios colme también los vuestros. A partir de hoy, yo también estoy disponible para ayudarles en lo que sea, gratuitamente, con lo que pueda.”
En un país asolado por la guerra desde hace diez años, donde las condiciones económicas y psicológicas de las familias son cada vez más precarias, conseguir construir momentos de convivencia para los niños no es sólo una distracción. Reunir en un momento de fiesta a jóvenes musulmanes y cristianos significa sentar las bases para una fraternidad y una convivencia pacífica, que supere las diferencias y lleve a la construcción de un futuro de paz para las generaciones venideras.