Cuando se rompe un coche de juguete, los niños afganos acuden a Issam para que lo arreglen. Si incluso las palabras italianas tienen dificultades para salir, sin embargo, basta con una mirada, una mano tendida para poner el juguete e Issam entiende al vuelo cuál es la exigencia: reparar. En esta interacción, en estos gestos, está todo el camino, no fácil, hecho hasta ahora por la familia afgana que ha encontrado acogida en la cooperativa «Una ciudad no basta» con sede en Marino y que AMU está apoyando a través de una recaudación de fondos para cubrir los gastos de asistencia.
Después de dos meses de estancia, la desconfianza inicial está disminuyendo. Issam y Sara, los dos operadores que les siguen constantemente, están de acuerdo en que la confianza está llegando, y no es sólo la historia de los juguetes rotos lo que lo confirma. La situación no era sencilla, se imaginaba desde el principio: diez personas de una misma familia, pero de diferentes edades, obligadas a abandonar Afganistán por un corredor humanitario, con una vida rota de repente, se marcharon casi sin nada, sin medicinas, sin tiempo para mirar hacia atrás y catapultadas a una realidad que apenas tiene en común con la de sus orígenes.
Sin embargo, gracias a los operadores de «Una ciudad no basta» la rutina diaria comienza a tener un sabor diferente. Los niños a veces salen de la estructura y juegan en los jardines del centro de la plaza; el anciano cabeza de familia prefiere caminar solo en el espacio abierto del convento, inmerso en sus pensamientos, «lo vemos caminar silencioso como si estuviera meditando.» También puede suceder que el hombre llame a la puerta de la oficina de Sara e Issam y se ponga a charlar intensamente en su propio idioma, como si quisiera preguntar algo, «no lo entendemos, pero él sigue adelante hasta que luego deja de hablar y sonríe.»
Mientras tanto, se intenta construir una rutina simple, hecha también de pequeñas cosas: las chicas pidieron y obtuvieron una plancha para rizar el pelo; hubo un primer corte de pelo para los chicos, «pero no fue muy bien, el barbero cortó demasiado, luego entendió y los cortes posteriores fueron más apreciados»; las mujeres cocinan mucho, «nos hacen probar sus platos, y esto también es una señal de apertura, un compartir»; a veces en el alzamiento de las voces y en los pasos apresurados se reconocen los tonos de las peleas. ¡Todo lo que sucede todos los días en cualquier familia!
Detrás de esta nueva rutina se encuentran avances en el frente médico y legal: todos los miembros de la familia están completando la ruta de vacunación contra Covid, los niños serán vacunados obligatoriamente para poder comenzar la escolarización prevista para finales de noviembre y el proceso de solicitud de documentos está muy avanzado. Todos – excepto el padre mayor – participan en un curso de italiano, que se lleva a cabo en el centro de acogida cuatro veces por semana, dos veces con una voluntaria y dos veces con un mediador.
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