El “Refugio de la Esperanza”, en México, es un lugar especial. Hombres – adultos y jóvenes – son acogidos para salir de la pesadilla de las dependencias. Compartir, espiritualidad y trabajo son los pilares de este proyecto.
El proyecto Refugio de la Esperanza” – LiberarSé en el Municipio de Nezahualcóyotl, México, es una respuesta concreta al desempleo y las dependencias del alcohol, las drogas y otras sustancias tóxicas. Problemas que afectan especialmente a los jóvenes, más vulnerables y expuestos.
Los huéspedes de la casa del Refugio siguen un camino de post-recuperación y reinserción social tras una fase inicial de desintoxicación. Y es aquí donde empiezan a poder volver a mirar hacia delante. La casa acoge a 16 personas. Compartir, espiritualidad y trabajo son los valores en los que se basan los programas de recuperación para salir de la pesadilla de las dependencias.
Cómo avanza el proyecto Refugio de la Esperanza – LiberarSé
Se han puesto en marcha algunas actividades laborales, importantes inversiones que están dando sus frutos tanto en términos de sustentabilidad de la casa como de reinserción social: la granja de conejos, por ejemplo, proporciona carne para el mercado local, además con buenas perspectivas de crecimiento. El taller de carpintería es un pequeño alarde que llena de orgullo a quienes trabajan en él: es un espacio terapéutico y creativo al mismo tiempo. También está la cría de ovejas y pollos; y la producción de forraje hidropónico (se trata de una técnica de cultivo sin suelo que permite una mejor calidad nutricional).
Detrás de cada una de estas actividades, detrás de cada uno de los gestos que los hombres del Refugio realizan para criar, cultivar, cortar, cepillar, está la pequeña comunidad de esta casa en la que se valoran los talentos, las habilidades, las profesiones y se comparten las aptitudes. Hay albañiles y herreros, cocineros y jardineros. A algunos de ellos ya los hemos seguido, ya hemos contado sus historias: como Oscar, Hugo, Osmar. Son jóvenes que aplicaron lo que ya sabían y convirtieron sus habilidades en trabajo. Poniéndolas al servicio de todos.
Pero hay más. En los últimos años, la casa se ha convertido progresivamente en un punto de referencia social para la difusión de una cultura de prevención de las dependencias. Y también un instrumento a través del cual la comunidad local ha tomado conciencia de la existencia de este problema.
La red que se ha desarrollado en torno a este proyecto ha contribuido a determinar sus resultados positivos. Las comunidades locales, por ejemplo, lo han apoyado y lo apoyan. Igualmente importantes son las familias de los protagonistas de los programas de recuperación. Los voluntarios y operadores que les acompañan. La iglesia local, que ha participado con momentos de formación espiritual y algunos servicios concretos. En resumen, toda una comunidad movilizada: y este es uno de los factores esenciales para el éxito de un proyecto.
Lo demuestran las palabras de R., uno de los protagonistas: “Lo que me ayudó mucho en mi proceso de curación fue la hermandad entre los que vivimos aquí, el hecho de que creyeran en mí y la espiritualidad con la que aprendí a gestionar mis sentimientos. Mi sueño es volver con mi hijo y ser un padre presente”.