¿Soñar y comprometerse con el Mundo Unido es una utopía? Pero, ¿qué es realmente el mundo unido? Estas son preguntas que incluso los fundadores de AMU se hicieron hace más de treinta años, en un mundo que en ese momento era completamente diferente del que vivimos hoy. Pero ahora como entonces, el sueño de la unidad se entendía como el objetivo de luchar por superar las injusticias y los desequilibrios que afligen a diferentes pueblos y naciones generando marginalidad y exclusión: lo que Papa Francisco llama las periferias.
Pero a un nivel más profundo, este llamado al compromiso, a la “Acción”, proviene de una raíz espiritual vinculada al Evangelio y al mensaje de Jesús: Él mismo se hizo presente en la tierra y dio su vida para que podamos lograr la unidad con el Padre y entre nosotros, y que Chiara Lubich, la fundadora del Movimiento de los Focolares (en la que se inspira AMU) ha traducido en estilo de vida, al servicio de la persona, la sociedad y las instituciones. Un estilo que nos lleva a acercarnos a cada persona con el cuidado y atención de aquellos que primero quieren escuchar, aprender y ser un “compañero de viaje”.
De esta forma el ideal de la fraternidad universal se hace experiencia para abrazar a cada ser humano y hacernos ver que somos todos miembros de una gran familia humana, más allá de la pertenencia a una nación o cultura, más allá de las convicciones, el estatus, etc.
Vemos que cada persona es rica de potencial y talentos, y al mismo tiempo cada uno tiene necesidades que deben ser atendidas para que esos talentos puedan ser desarrollados y ser un aporte al desarrollo humano y social de sus propias comunidades.
Para nosotros, el desarrollo humano es un camino de crecimiento integral, que tiene lugar cuando todas las dimensiones de la persona encuentran satisfacción: en las dimensiones física, psicológica, social y espiritual. La dimensión del don recíproco es la clave de este proceso de desarrollo, en el que cada persona puede recibir lo que necesita y al mismo tiempo puede donar lo que tiene: no existen benefactores y beneficiarios, sino hermanos y hermanas dentro de este “circuito de fraternidad universal”.
En síntesis, creemos en un desarrollo de comunión, comunión entre personas y entre pueblos.
Las periferias, que ya no se limitan a áreas específicas del mundo, sino que hoy están esparcidas por todas partes, continúan cuestionando nuestras conciencias, estimulando respuestas creativas, innovadoras y proféticas, adecuadas a los tiempos actuales.